Materializa a una urbe imaginaria colectiva llena de luz, creada por seres de energía cansada, que se encuentran saturados de vivir en una “realidad actual”. Una verdad sin verdad a la que llaman posmodernidad, era de la información, de la esquizofrenia social, etc. Un contexto que se desconoce pero se vive sin saber cómo, ni porqué.

Esta ciudad nueva posee energía armónica representada por luces y sombras que, al coexistir, crean vida trascendente en el lugar deseado; un territorio en donde las paredes se vuelven caminos y los núcleos se convierten en uno mismo.

Paredes, caminos flameantes y núcleos que al ser alcanzados no son lo que esperamos (como siempre, como nosotros mismos); eso es, un sueño al que no se llega pero que existe. En dónde se es y camina por dónde se quiere, dónde los parámetros los pone uno y, por tanto, la vida es propia, no regida por los demás. Un lugar fantasioso al que cuando llegas, ya no vives, ardes.

Arde.